Un espacio de reflexión sobre la identidad y los fragmentos de uno mismo que no encajan. Las palabras fluyen como ecos, buscando reconstruir lo que ya no está, entre sombras y resplandores del pasado.
Hay nombres que suenan a otro tiempo, a otra vida, a algo que nunca supimos ser. Como si fueran ecos de alguien que nos vio en otro plano, en otra versión de nosotros mismos. Pero aquí estamos, frente a un reflejo que no termina de encajar. Un nombre. Una identidad. La misma y, a la vez, tan distinta.
Es curioso cómo una palabra puede llevarnos tan lejos o tan profundo. A veces, el nombre que nos pertenece no parece nuestro, como si nos dibujara en cada esquina de la vida sin ser parte de nosotros. Como si fuéramos una sombra que se cruza con su propio espectro.
El nombre es una mezcla que nunca terminamos de comprender, una identidad que se descompone en fragmentos. Recortamos nuestros días, buscamos pedazos de nosotros mismos en las sombras del pasado y en los reflejos del futuro. Pero nunca estamos completos. Somos quienes caminan entre las grietas del tiempo, sin saber si estamos perdiendo el rumbo o si finalmente lo estamos encontrando.
¿Quiénes somos cuando ya no sabemos qué partes de nosotros se han ido? No hay respuestas. Solo restos, susurros, huellas que dejamos atrás. Y en ese vacío, en esa mezcla sin forma, tal vez nos encontremos. Tal vez siempre hayamos estado ahí.
Texto generado por ChatGPT en respuesta a interacciones personalizadas.
Cortesía de OpenAI.
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“Un rincón improbable donde el error, la vergüenza y el desborde encuentran refugio. No prometo orden. Solo insisto.”